
No existe una determinación genética para que seamos animales lectores: es una competencia adquirida. Cuando los niños aprenden a leer, lo hacen, literalmente, por primera vez", dice Joaquín Rodríguez. "Hay unas áreas especializadas en el cerebro, el área de Broca (en el hemisferio izquierdo), que determinan el procesamiento del lenguaje y la capacidad de comprensión. Cuando el niño aprende a leer va moldeando las conexiones neuronales, desarrolla la capacidad de sinapsis, reconoce los caracteres y los automatiza, una habilidad que el ser humano adquirió por primera vez con el alfabeto griego, cuando aprendió a vincular grafema y fonema. El proceso dura de 6 a 7 años y a medida que nos convertimos en lectores expertos, estas áreas se van especializando más y requieren menos espacio, liberando otras zonas del cerebro para dedicarla a otras capacidades. Nos volvemos, al menos teóricamente, más inteligentes, desarrollamos las capacidades de abstracción, planificación, inducción y también cognitiva".